Sí, hay diferencias, y cuando logramos identificarlas sabremos cómo actuar frente a cada escenario de forma asertiva, empática y efectiva.
Empezamos por definir qué es un berriche.
Un berrinche debe ser entendido como un aspecto puramente conductual, donde el niño desea algo y al no conseguirlo no controla sus emociones estallando en un berrinche o rabieta. Hay que destacar que muchos niños con autismo tienen muchos problemas no solo en el reconocimiento de sus emociones, también les cuesta mucho controlarlas. Un aspecto del berrinche es como se extingue al conseguir el niño lo que desea, o lo que no desea (en el caso de que por ejemplo no quiera hacer algo).
Otro aspecto relacionado con el berrinche es la de llamar la atención del padre o madre. Un niño solo en su habitación no hará un berrinche, necesita la presencia de sus padres para hacer la pataleta.
Sin embargo en los niños con autismo podemos encontrarnos con estallidos emocionales provocados por la frustración, cuando el niño intenta hacer algo y no lo consigue. Por ejemplo, si está intentando montar un castillo con piezas de madera y no sale como él desea, puede tener un estallido y romperlo todo. Esos enfados que aparecen de forma súbita están muy relacionados con la frustración, la cual en muchas ocasiones no saben gestionar.
Es decir, veremos dos escenarios principales, cuando el niño sencillamente desea obtener algo o no desea hacer algo, y cuando el niño no es capaz de contener su frustración provocando un estallido emocional, como un enfado de alta intensidad. No es exactamente lo mismo, aunque a veces podamos confundirlos.
La crisis suele darse ante una situación de saturación, sea esta de tipo sensorial o emocional. Hemos visto como la frustración puede conducir a ciertos estallidos emocionales, pero podemos llegar a tener auténticas situaciones de crisis cuando la intensidad es elevada. En el caso de aspectos sensoriales, estos pueden llegar a desencadenar en situaciones de autoagresión, cuando el niño sencillamente ya no soporta más y explota.
En lo referido a la gestión emocional, la frustración y la ansiedad son dos grandes enemigos del niño con autismo. Es muy importante por tanto trabajar el reconocimiento de las emociones, este aspecto nos ayudará a evitar que se lleguen a situaciones explosivas. Con los estados de ansiedad, exactamente lo mismo, los niveles de ansiedad se van acumulando hasta que en un momento determinado el niño tiene una crisis, que puede también desembocar en situaciones de autoagresión.
¿Qué hacer frente a ambos casos?
No hay recetas mágicas ni fórmulas únicas, ya que cada caso tiene sus particularidades. Lo que siempre se recomienda es buscar ayuda especializada. En Psicoeduka contamos con un equipo profesional de alto interés y compromiso y con una metodología de intervención neurocientífica que asegura éxitos en el corto plazo. ¡Consúltanos!
Fuente: https://autismodiario.org
Leave a Reply