Educación Emocional, una necesidad prioritaria

Educación Emocional, una necesidad prioritaria

Desde que comenzó la pandemia hemos visto un aumento considerable en los ya existentes cuadros y sintomatologías relacionadas con la ansiedad, angustia, miedo, depresiones y suicidios infantiles, así como también se han disparado los índices de violencia intrafamiliar y la deserción escolar. Además, fuimos testigos del colapso y la reinvención de los docentes y las metodologías educativas, con la necesidad de introducir la educación no presencial, aprendiendo nuevos métodos y aprovechando muchos de los recursos que hoy la tecnología nos pone a la mano.
Está claro que los más golpeados y rezagados son nuestros niños. No ir al colegio fue uno de los efectos negativos más importantes que trajo la pandemia para ellos, ya que impacta no solo a nivel de aprendizaje, sino que también principalmente en su desarrollo socioemocional. Con todo esto, se hace imprescindible abordar estas temáticas en los diferentes ámbitos, como lo son la escuela y hogares.

¿Pero dónde se aprenden estas habilidades? ¿Cómo se desarrollan? Todos podemos desarrollarlas con la adecuada educación socioemocional que se imparte desde los niveles más inferiores, en todas las instituciones educativas, involucrando a docentes, padres, cuidadores y otros profesionales que formen parte de la niñez. Para bien o para mal, no se puede enseñar o dar lo que no se sabe, o no se tiene, pero si se puede pedir ayuda, aprender, entrenar, apoyar y confiar en quienes sí saben. Debemos apoyarnos y no olvidarnos de contener y acompañar emocionalmente a nuestros niños que nos necesitan más que nunca para desarrollarse con salud física y, sobre todo, mental, para salir fortalecidos de esta situación y minimizar estos síntomas que, de lo contrario, dejarán huellas en el futuro de todos. En este sentido, la Fundación Liderazgo Chile presentó hace un tiempo un proyecto de ley de Educación Emocional, por lo que ahora es el Congreso quien debe resolver la entrega de estas herramientas tan importantes en búsqueda de una sociedad más sana, íntegra y solidaria.

Entregando a nuestros hijos una educación emocional apta les estaremos ofreciendo, entre otros aspectos, la posibilidad de desarrollar personalidades adaptativas; valores como la tolerancia, el respeto, la responsabilidad o la honestidad; habilidades como la empatía, el compromiso o la asertividad; herramientas para identificar oportunidades de mejora y crecimiento y, por supuesto, para identificar el peligro, saber decir no y autocontrolarse.
Todos queremos que nuestros hijos consigan crear relaciones sociales sanas y equilibradas, que sepan profundizar y controlar su pensamiento, que puedan eliminar creencias limitantes… Pero, lo cierto es que no los educamos emocionalmente porque seguimos la inercia de la evolución humana, la educación transmitida de padres a hijos y, también, porque no sabemos hacerlo. Los niños que no reciban de sus padres un desarrollo emocional idóneo, manifestarán grandes carencias en la edad adulta que los llevará a tener comportamientos inadecuados, personalidades complicadas, predisposición a las adicciones, a la depresión, a la ansiedad y tendrán que recurrir a ayuda psicológica o psiquiátrica.

En nuestra cultura la familia es el pilar imprescindible que sustenta la sociedad, por lo que las sociedades que tienen integrado el valor de la familia son más solidarias y compasivas. Las familias deben entender que en siglo XXI una de las prioridades en cuanto al desarrollo emocional evolutivo es que todos seamos capaces de aceptarnos y respetarnos y, si esto no parte del entorno familiar, no podemos pretender extrapolarlo a la sociedad. Aquellas familias que sean capaces de educar emocionalmente de manera óptima a sus hijos, serán capaces de respetar y apoyar sus decisiones, aunque no las compartan, ya sean decisiones sobre su condición sexual o de cualquier otra índole.

Bibliografía
– Congreso sobre Educación Emocional y Bienestar.
– Fundación Liderazgo Chile.
– Biblioteca Congreso Nacional.